Conocer el patrimonio de los molinos de Zeanuri y, de manera paralela, gozar de la sinfonía de colores y olores que por estas fechas primaverales ofrece el bello y rico entorno natural del que puede presumir la comarca y, especialmente, esta localidad arratiana que se adentra en el Parque Natural de Gorbeia. Es la filosofía que persigue, desde su origen hace ya diecisiete años, la marcha de los molinos, un recorrido que discurre por algunas de las barriadas del término municipal y que permite apreciar y conocer estas antiguas infraestructuras destinadas a la molienda de cereal para la elaboración de harina. En total son dieciocho los molinos hidráulicos –la mayoría abandonados, pero algunos otros restaurados– que se hallan diseminados a lo largo y ancho de los límites de la localidad arratiana y, un año más, la asociación Joko Alai invita a realizar un itinerario diseñado para ver de cerca 7 de esas construcciones. La cita será el domingo 5 de mayo y con respecto a pasadas ediciones, la organización ha realizado un pequeño cambio para favorecer la asistencia de público de todas las edades. “Teniendo en cuenta que esta marcha es ideal para realizar en familia y con niños, hemos acortado la distancia en 4 kilómetros, permitiendo así ver con más tranquilidad los molinos y sus diferentes instalaciones”, explican.

La XVII Marcha de los Molinos de Zeanuri partirá a las 9.00 horas desde la plaza del pueblo, frente al Ayuntamiento. Las inscripciones se realizarán allí mismo, desde media hora antes de la salida, y el precio por asistir ha quedado fijado en 6 euros para los adultos –que se reduce a 4 euros en caso de ser socio de Joko Alai– mientras que para los menores de 13 años es gratis.

De 14 o la mitad, 7 kilómetros

El recorrido total alcanza la distancia de 14 kilómetros, pero “se ha diseñado también un recorrido de 7 kilómetros, para niños o personas no preparadas físicamente, que desde el punto de avituallamiento se dirige a la meta”, inciden desde la organización. Sea cual fuere el trazado elegido, en el primer kilómetro los caminantes pasan primero junto al molino de Alcibar y 500 metros más adelante se encontrarán con el molino de Errotabarri, que fue rehabilitado el año 2015 por la familia Manterola y es el primero de los tres que se podrán visitar durante el itinerario. El trayecto continúa bordeando el embalse de Undurraga por su margen izquierda para avanzar hacia el molino de Ibargutxi, propiedad de Pedro Elexpe, “una infraestructura totalmente rehabilitada, donde aquellos que lo deseen tienen la oportunidad de acceder a su interior para contemplarlo en funcionamiento”, destacan.

Desde Ibargutxi la marcha vuelve a dirigirse hacia el embalse de Undurraga pero, en esta ocasión, bordeándolo por la margen opuesta y hacer una parada frente a la presa donde estará ubicado el punto de avituallamiento. Tras reponer fuerzas, los caminantes se adentran primero en la barriada de Otzerinmendi y después en la de Uribe, donde pasan junto a los molinos de Intxaurbe, Axpe y Zulaibar; y ya en el último kilómetro del recorrido se encuentran con el molino de Olabarri, que está totalmente rehabilitado. “Se podrá acceder al interior para contemplar las diferentes dependencias y, finalmente, enfilar los últimos 300 metros que restan hasta la meta situada en la plaza de Zeanuri”.

Esplendor y decadencia

De nuevo, la asociación Joko Alai y el municipio de Zeanuri se vuelcan en poner en valor el pasado y la importancia de una actividad productiva que, a través de los molinos, fue el sustento de muchas familias de la localidad, sobre todo durante gran parte del siglo XIX cuando Zeanuri llegó a tener en funcionamiento 18 molinos y 6 ferrerías.

Desde entonces, ambas actividades fueron perdiendo fuerza, hasta que la crisis de las ferrerías trajo la total desaparición de estas viejas fábricas de transformación del mineral de hierro en metal durante la segunda mitad del XIX. Como consecuencia de esta decadencia, se produjo una vuelta a las actividades agrícolas que exigieron la roturación de nuevas tierras y un mayor número de molinos para triturar las cosechas de cereal cada vez más abundantes, de forma que numerosas ferrerías se transformaron en edificios de molturación hidráulica, como fue el caso de los de Lanbreabe, Ibargutxi, Altziber y Olabarri. A mediados del siglo XX ya solo funcionaban 11 molinos y su agonía fue en aumento hasta que en 1979 ya solo lo hacían 3 y dos de ellos únicamente para consumo doméstico.